Vivimos tiempos difíciles para el periodismo de rigor. Los de mi generación hemos crecido en un mundo en el que los periódicos serios dedicaban tiempo a investigar y confirmar sus informaciones. A partir de esas noticias, la radio y la televisión desarrollaban la mayor parte de sus contenidos.

Hoy las cosas son muy diferentes, la iniciativa parte de las televisiones y las redes sociales. Predomina el espectáculo sobre la información, da igual si no existe ninguna garantía de que la noticia es verdad. Es suficiente que tenga apariencia de serlo para que abra los informativos de todas las cadenas. Lo importante no es si es FALSA O VERDADERA, BASTA QUE SEA NOTICIA.

Los medios sensacionalistas han acostumbrado al público a escándalos constantes. Las cosas que funcionan o van bien, que por cierto son la mayoría, ya no son noticia. Hemos llegado a tal extremo, que algunos informativos deportivos, de lo que menos hablan es de las competiciones.

En las últimas semanas las televisiones han dedicado muchas horas a hablar de supuestas irregularidades en el trasplante de hígado de Abidal, jugador del Barcelona. Se han levantado sospechas en base a una filtración de una escucha telefónica, pese a que los hechos han sido investigados y archivados por un juez y el hospital público donde se hizo el trasplante y la organización nacional de trasplantes no les consta irregularidad alguna.

Es decir, pese a que los datos que tenemos hasta ahora y los organismos que avalan el trasplante son muy contundentes en los medios se ha impuesto otra versión. Da igual que no sea la verdad, es la que genera más audiencia, la que alimenta el escándalo y el morbo. Es triste, pero poco a poco, nos están imponiendo un periodismo en el que lo de menos es la verdad. Sin una prensa libre y veraz la democracia esta en peligro.